—¡Maldita escoria! —murmuró Christoffer entre dientes, sin dejar de morder ni un instante la astilla que tenía en la boca—. Como vuelvan a aparecer, te juro que…
Un carraspeo a su lado hizo que no terminara la frase. Vibeke lo miraba con dureza mientras pasaba la piedra por el filo de su espada. Fingiendo no sentirse intimidado por la mujer, Christoffer se rascó la rojiza barba y escupió al fuego.
Las tres tumbas cavadas a escasos cien metros hacían que la moral del grupo distara bastante de estar en su punto más álgido. No esperaban tener bajas tan pronto. Sabían que existía la posibilidad de que ninguno regresara con vida, pero eso no les importaba. No, siempre y cuando la misión que tenían por delante acabara con éxito.
—Por lo menos hasta que anochezca.
—Sigo creyendo que vendrá —respondió Ásbjörn, saliendo de su habitual mutismo. La duda le estaba carcomiendo por dentro. Hacía más de tres horas que habían quedado allí; sin embargo, su confidente seguía sin dar muestra de vida.
Sus cinco compañeros clavaron la mirada en él, que ya no dijo más. Todos confiaban en Ásbjörn, pero no se podía decir lo mismo del otro. En completo silencio, cada uno de los guerreros volvió a sumirse en sus pensamientos. SEGUIR LEYENDO