No es tiempo de superhéroes
El héroe más grande que hubiera conocido la humanidad se aburría como una ostra. Sentado a una esquina de la barra del bar, jugueteaba con su copa de brandy mientras observaba a la gente divertirse. Bueno, ellos lo llamaban divertirse; él consideraba que hacían el ridículo. Era lo que tenían ese tipo de celebraciones.
La ceremonia, oficiada en el espectacular jardín principal del palacio ducal de Riogrande, había sido preciosa. Reconvertido a museo, no era nada fácil conseguir aquel sitio para un evento tan frívolo como una boda, pero tirar de los hilos adecuados ayudaba a abrir muchas puertas. Si además se ofrecía una suma obscena de dinero a las personas adecuadas, el éxito estaba asegurado. SEGUIR LEYENDO